No porque sea Navidad

Ahora que se acerca la Navidad, muchos dedicarán sus pensamientos a esos seres queridos que ya no están con nosotros. Yo también. Pensaré en mi padre. Pero no lo haré porque sea Navidad, sino porque, desde que falleció, no hay un solo día del año en que no piense en él. ¿Qué opinaría de…? ¿Qué haría él en esta situación…? ¿Qué defectos y qué virtudes encontraría a Ansu Fati, Vinicius, Joao Felix y otras incipientes perlas del fútbol mundial?

Pienso en mi padre, pero no para llorarlo, sino para celebrarlo (a la manera de Walt Whitman).

Pienso en aquellos verdes prados de las excursiones de mi colegio, el San Antonio de Padua, ese entorno de aire limpio donde nos soltaban para que retozáramos felices, cual cachorrillos que éramos, detrás de una pelota, detrás de nuestros sueños. Pienso en mi padre no como esa persona que ya no está (para mí no se ha ido nunca del todo), sino como esos verdes prados luminosos y libres de contaminación de mi infancia que emanaban felicidad y pasión por la vida.

Y recuerdo aquella finca en la que toda la familia, la gran familia, nos reuníamos para celebrar que éramos jóvenes y sanos y vivíamos en una ciudad hermosa como Cáceres. Y recuerdo a mi padre, muy enfadado conmigo cada vez que salía aterido de la pequeña piscina de aquel chalé: “¡Nada de pasar frío! ¡Saca pecho como un hombre! ¡Si tienes frío, muévete!”.

Mi padre no soportaba la fragilidad de espíritu. Sus hijos debían ser fuertes, alegres y vitalistas como él, porque para él vivir era un gozo perpetuo, sin cabida para el frío ni para los malos pensamientos. Lo que había que hacer era sacar pecho y movernos. Era su forma de cosechar para poder recolectar luego.

Sí, pienso en mi padre, que tampoco estará esta Navidad, pero eso no me aflige, ni me deprime, ni me angustia. Mi padre no consideraría mi pesar por su ausencia como un homenaje, sino más bien como una traición o, en el mejor de los casos, una debilidad que no conduce a ninguna parte. Él querría que lo recordara no en sus últimos años, cuando estaba muy malito, sino en los campos de fútbol, feliz (y a veces muy cabreado, cuando perdía el Real Madrid o el equipo que él entrenaba, un cabreo que podía durarle unas cuantas horas).

Yo no lloro la ausencia de mi padre en Navidad. Y mucho menos rezo por él. Simplemente, saco pecho… Saco pecho, me muevo y escribo. Quizá tuviera razón Kafka cuando dijo que “escribir es otra forma de oración”.

Francisco Rodríguez Criado, escritor y corrector de estilo

Colombo, medio siglo después

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