Defensa apasionada de la jardinería de interior… y de los microrrelatos

A algunos insignes escritores no les gusta el género del microrrelato. No solo no les gusta, sino que además hacen pública su discrepancia (negro sobre blanco) con este género chico. Es el caso, por ejemplo, de Javier Marías o Andrés Ibáñez, dos autores que consideran el microrrelato poco menos que un banco de pruebas para contar historias apresuradas, sin demasiado interés y sin demasiada dificultad.

Está claro que los gustos de estos escritores van más por las grandes ligas, o por la alta literatura, si lo queremos llamar así. Pero la buena literatura también se concentra en pequeñas gemas. De ahí que mientras algunos autores se afanan en escribir un Flaubert o un ✅ Robert Penn Warren , otros se esfuerzan por escribir un Monterroso, un Bioy Casares o un István Örkény. Maneras de entender la literatura…

Tengo para mí que lo que Marías o Ibáñez desprecian no son los microrrelatos, sino los malos microrrelatos. Y para poder apreciar los buenos libros de microrrelatos –valga la tautología–, hay que leerlos.

A todos aquellos lectores que aún mantengan cierta resistencia a este género (y por supuesto a los que hace tiempo se rindieron a él), les recomiendo Jardinería de interior, de Paz Monserrat Revillo, publicado recientemente por la editorial Enkuadres, en su colección Microsaurio, con prólogo de Antonio Báez.

Monserrat Revillo demuestra en este manual de jardinería, compuesto por casi un centenar de microrrelatos, cuentos ultrabreves, minificciones, historias muy cortas, ponedle el nombre que queráis, que a veces la alta literatura se encuentra en la pequeña literatura, de igual manera que, como nos enseñó «El Aleph» de Borges, todo el universo reside en un pequeño sótano.

El género del microrrelato tiene una gran virtud: bien pilotado, nos permite narrar en muy pocas líneas una historia interesante. La autora catalana lo hace con sencillez y eficacia a partir de cualquier concepto mínimo (un bolso, un sofrito al fuego, un pendiente, la construcción de un edificio…), pero también a partir de asuntos maximalistas (Dios, la creación del mundo, el Más Allá o el recuerdo de los seres queridos).

No falta en Jardinería de interior, como ocurre en todos los buenos libros de microrrelatos, ese juego literario que convoca a un lector ágil y despierto. Llama la atención en muchos de estos cuentos la tendencia al desplazamiento, a unir dos elementos a priori distanciados entre sí. Por poner ejemplos: en el relato onírico “Alumbramiento”, Paz establece cierta relación entre parir un bebé y parir una historia. Siguiendo esta línea, le gusta establecer analogías entre los extremos: el tenista que había querido ser músico ahora se deleita con las melodías del aire acondicionado, los atemporales cuentos de hadas conectados a la cruda realidad del presente, o los títulos solemnes (“Réquiem”) para acoger un vulgar caso de piojos.

Paz Monserrat Revillo trabaja con elegancia elementos y temas como el humor resignado (“El mundo de las ideas”), los problemas realistas domésticos (“Frenética”), los dramas familiares (“Cejas”), los inicios sugerentes (“Aquella fatídica noche la yaya Martina perdió a la mitad de su marido”), el paso del tiempo (“Herencia”) o la intertextualidad (el cortazariano “Continuidad de las casas”, “Informe”…).

Ordenados alfabéticamente, estos cuentos conectan sabiamente a los buenos lectores con un género, el del microrrelato, unas veces mal entendido y otras veces mal practicado.

Se confirma con este pequeño libro que la tanto la literatura como la jardinería son artes destinadas a cultivar la belleza y el espíritu de quien se acerca a ellas.


Francisco Rodríguez Criado es escritor y corrector de estilo

El microrrelato según Javier Marías

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