(Un artículo sobre Daniel Defoe de Ernesto Bustos Garrido)
Sin temor a equivocarse, muchos dicen que Daniel Defoe es un autor de un solo libro. Este novelista inglés es conocido como el creador de la novela Robinson Crusoe, del cual se han hecho quinientas o más traducciones, a otras tantas lenguas, aparte de crearse historietas, películas a tiempo completo, películas de dibujos animados y series televisivas por capítulos.
El éxito de esta obra es su increíble credibilidad, valga el retruécano (*): Un marinero soliviantado recibe como castigo, en lugar de la horca, ser abandonado en una isla desconocida y aparentemente deshabitada. La historia a estas alturas de la vida de numerosas generaciones, es archiconocida en todas las latitudes de la Tierra. Lo que sigue es una narración fascinante y muchos se preguntan si ésta tiene algo de autobiográfico.
- Alonso Gonzalez, Eduardo (Autor)
Si quieren, vamos por parte.
Porque Defoe, que en realidad se llamaba Daniel Foe, escribió mucho más que la historia del “náufrago” solitario. Su bibliografía ex extensísima:
Nació en fecha y lugar imprecisos (1660), en un suburbio londinense conocido como St. Giles Cripplegate. Su padre –James Foe– era carnicero y también fabricante de sebos y ceras. Comentan que al joven Daniel Foe no le acomodaba ese origen familiar y menos el apellido y por ese motivo, caprichoso o veleidoso tal vez, le agregó a éste la partícula “De” (Defoe). Su infancia fue de dulce y agraz. Annie, su madre, murió cuando él tenía apenas diez años. Estudió en una academia para presbiterianos disidentes. Terminada su enseñanza, se dedicó a múltiples oficios, entre ellos el de vendedor de calcetines y vinos. No le fue muy bien en estas actividades y más de una vez fue a prisión por deudas. Probó, asimismo, con la fabricación de perfumes. En el año 1684 se casó con Mary Tuffley y tuvieron ocho hijos; dos fallecieron.
Entretanto se involucró en política, sin mucha fortuna. Abrazaba causas perdidas y por ese motivo nuevamente fue a prisión. Participó en una revuelta abortada, la del duque de Monmouth, famosa en aquellos años. En 1703 nuevamente cae a la cárcel por escribir un panfleto contra los “tories”. Robert Harley, primer conde de Oxford y Mortimer, facilitó su libertad a cambio de la cooperación de Defoe como espía. Aquí, otra ocupación agregada a las tantas que había tenido.
Antes, en 1696, lo encontramos dirigiendo una empresa de tejas y ladrillos en Tilbury, Essex. Un año antes había regresado a Inglaterra después de un largo viaje por algunos países. ¿Huía por sus deudas y temores políticos? De concreto, a su regreso, ya traía consigo algunos papeles firmado como “Defoe”. Previo a dedicarse casi a tiempo completo a narrar historias, produjo un par de manuales sobre buenas costumbres firmados como Nicolás Mesnager.
La famosa novela de Daniel Defoe titulada Robinson Crusoe fue escrita, posiblemente, en 1719, y cuenta el naufragio de un hombre en una isla desierta y las aventuras que vivió en ella. El autor construyó su novela a partir de la historia real del naufragio del marinero escocés Alexander Selkirk y del marinero español Pedro Serrano. Es necesario aclarar que lo del naufragio es solo un decir. El marinero Selkirk cometió una falta mientras su barco navegada por el Océano Pacífico, y como castigo, su capitán lo dejó abandonado en una isla solitaria que podría haber sido la isla llamada “Más Afuera” y más tarde “Juan Fernández”, que está en el archipiélago del mismo nombre, a la cuadra de Valparaíso, Chile. Existe una versión de que Selkirk, siendo segundo de a bordo, se negó a seguir navegando porque el barco «Cinque Ports» estaba a punto de naufragar. El capitán interpretó esto como un signo de rebeldía y lo abandonó en medio del mar inconmensurable. La fecha de este episodio pudo haber sido septiembre del año 1704.
La siguiente novela de Defoe fue Las aventuras del capitán Singleton (The Life, Adventures and Piracies of the Famous Captain Singleton), escrita en 1720. Versa sobre el poder redentor del amor de un hombre por otro hombre. El especialista Hans Turley ha mostrado recientemente cómo el amor de Quaker William por el capitán Singleton separó a éste de una vida criminal y de piratería. Se dice que intimaron y luego suscribieron un voto solemne para vivir felizmente más tarde en Londres, como pareja sentimental, disfrazados de griegos, sin hablar inglés en público y con Singleton casado con la hermana de William, para no llamar la atención de una sociedad puritana.
Después de esa novela, de singular éxito, vinieron A Letter to a Dissenter from his Friend at the Hague (1688) (Carta a un disidente, de su amigo en La Haya); Essay on Projects (1697) (Ensayo de proyectos); True Born Englishman: A Satyr (1701, excerpt) (Cierto inglés nacido: un Sátiro – extracto); The Shortest-Way with the Dissenters (1702) (El camino más corto con los disidentes); Hymn to the Pillory (1703) (Himno a la picota,); Giving Alms No Charity (1704) (Dar limosna no la caridad); A True Relation of the Apparition of One Mrs Veal (1705) (Una verdadera relación de la aparición de una Señora Ternera); The Consolidator (1705) (El consolidador), etc…etc….
Sin embargo, sus obras más conocidas son: Diario del año de la peste del año 1965 (A Journal of the Plague Year), una compleja novela histórica publicada en 1722. Fortunas y adversidades de la famosa Moll Flanders (The Fortunes and Misfortunes of the Famous Moll Flanders), más conocida simplemente como Moll Flanders, en 1722. Es una novela picaresca escrita en primera persona trata acerca de la caída y final redención de una mujer solitaria, incestuosa e infiel, en el siglo XVII en Inglaterra.
Junto a Moll Flanders aparece la obra titulada Roxana o la amante afortunada (‘Roxana: The Fortunate Mistress), la cual fue escrita en 1724.
Después viene «Un viaje por toda la Isla de Gran Bretaña» (A tour thro’ the Whole Island of Great Britain). Este es otro trabajo que conserva su importancia. Escrito entre 1724 y 1727, es un relato detallado de sus compa-recencias en varias ciudades y pequeñas localidades de la Gran Bretaña, antes de la Revolución industrial.
Por su lado, cuando el famoso criminal Jonathan Wild fue colgado, Defoe escribió un relato para el Applebee’s Journal en mayo de 1725 y luego publicó «True and Genuine Account of the Life and Actions of the Late Jonathan Wild en junio de ese mismo año».
Finalmente, está la Historia política del diablo (The Political History of the Devil, 1726) que juega a broma y sátira. Los críticos, empero, opinan que Defoe realmente pensaba que el Diablo participaba en la historia mundial. Su punto de vista es el de un presbiteriano del siglo XVIII: culpa a Satanás de las Cruzadas y lo ve asociado a los poderes fácticos de la Europa católica de ese tiempo.
Daniel Defoe murió en 1731, probablemente mientras vivía en la clandestinidad, escapando permanentemente de sus acreedores. Se tienen como fechas de su muerte el 24 y el 25 de abril de ese año, tomando sepultura en Bunhill Fields, Londres.
***
En el relato que entregamos a continuación el personaje central es el Diablo. Es un relato del tipo fantástico en el cual el Demonio se convierte en un juez implacable de las conductas humanas. Defoe gozaba escribiendo temas fantásticos y sobrenaturales a pesar de su religiosidad presbiteriana. Recordemos que al personaje de Robinson Crusoe, Defoe siempre lo describe leyendo la Biblia.
El diablo y el relojero (The devil and the watchmaker) fue escrito en 1727
Cuento de Daniel Defoe: El Diablo y el Relojero
Vivía en la parroquia de St. Bennet Funk, cerca del Royal Exchange, una honesta y pobre viuda quien, después de morir su marido, tomó huéspedes en su casa. Es decir, dejó libres algunas de sus habitaciones para aliviar su renta. Entre otros, cedió su buhardilla a un artesano que hacía engranajes para relojes y que trabajaba para aquellos comerciantes que vendían dichos instrumentos, según es costumbre en esta actividad.
Sucedió que un hombre y una mujer fueron a hablar con este fabricante de engranajes por algún asunto relacionado con su trabajo. Y cuando estaban cerca de los últimos escalones, por la puerta completamente abierta del altillo donde trabajaba, vieron que el hombre (relojero o artesano de engranajes) se había colgado de una viga que sobresalía más baja que el techo o cielorraso. Atónita por lo que veía, la mujer se detuvo y gritó al hombre, que estaba detrás de ella en la escalera, que corriera arriba y bajara al pobre desdichado.
En ese mismo momento, desde otra parte de la habitación, que no podía verse desde las escaleras, corrió velozmente otro hombre que llevaba un escabel (pequeño taburete) en sus manos. Éste, con cara de estar en un grandísimo apuro, lo colocó debajo del desventurado que estaba colgado y, subiéndose rápidamente, sacó un cuchillo del bolsillo y sosteniendo el cuerpo del ahorcado con una mano, hizo señas con la cabeza a la mujer y al hombre que venía detrás, como queriendo detenerlos para que no entraran; al mismo tiempo mostraba el cuchillo en la otra, como si estuviera por cortar la soga para soltarlo.
Ante esto la mujer se detuvo un momento, pero el hombre que estaba parado en el banquillo continuaba con la mano y el cuchillo tocando el nudo, pero no lo cortaba.
Por esta razón la mujer gritó de nuevo a su acompañante y le dijo:
–¡Sube y ayuda al hombre!
Suponía que algo impedía su acción.
Pero el que estaba subido al banquillo nuevamente les hizo señas de que se quedaran quietos y no entraran, como diciendo: «Lo haré inmediatamente».
Entonces dio dos golpes con el cuchillo, como si cortara la cuerda, y después se detuvo nuevamente. El desconocido seguía colgado y muriéndose en consecuencia. Ante la repetición del hecho, la mujer de la escalera le gritó:
–¿Que pasa? ¿Por qué no bajáis al pobre hombre?
Y el acompañante que la seguía, habiéndosele acabado la paciencia, la empujó y le dijo:
–Déjame pasar. Te aseguro que yo lo haré -y con estas palabras llegó arriba y a la habitación donde estaban los extraños.
Pero cuando llegó allí ¡cielos! el pobre relojero estaba colgado, pero no el hombre con el cuchillo, ni el banquito, ni ninguna otra cosa o ser que pudiera ser vista a oída. Todo había sido un engaño, urdido por criaturas espectrales enviadas sin duda para dejar que el pobre desventurado se ahorcara y expirara.
El visitante estaba tan aterrorizado y sorprendido que, a pesar de todo el coraje que antes había demostrado, cayó redondo en el suelo como muerto. Y la mujer, al fin, para bajar al hombre, tuvo que cortar la soga con unas tijeras, lo cual le dio gran trabajo.
Como no me cabe duda de la verdad de esta historia que me fue contada por personas de cuya honestidad me fío, creo que no me dará trabajo convenceros de quién debía de ser el hombre del banquito: fue el diablo, que se situó allí con el objeto de terminar el asesinato del hombre a quien, según su costumbre, había tentado antes y convencido para que fuera su propio verdugo. Además, este crimen corresponde tan bien con la naturaleza del demonio y sus ocupaciones, que yo no lo puedo cuestionar. Ni puedo creer que estemos equivocados al cargar al diablo con tal acción.
Nota: No puedo tener certeza sobre el final de la historia; es decir, si bajaron al relojero lo suficientemente rápido como para recobrarse o si el diablo ejecutó sus propósitos y mantuvo aparte al hombre y a la mujer hasta que fue demasiado tarde. Pero sea lo que fuera, es seguro que él se esforzó demoníacamente y permaneció hasta que fue obligado a marcharse.
Notas
Escabel: (Del cat. ant. escabell < lat. escabellum.)
1. s. m. Mueble bajo, semejante a un taburete, que sirve para apoyar los pies . Ej: Para el que está sentado siempre hay un escabel cerca de su sofá.
2. Asiento pequeño y sin respaldo. Especie de escaño
3. Persona o circunstancia de que alguien se aprovecha para medrar.
4 m. Tarima pequeña colocada delante de la silla para descansar los pies del que está sentado. Asiento pequeño de madera, sin respaldo.
5.Taburete usado para apoyar los pies cuando alguien está sentado. Ejemplo: Veía películas sentado en una silla y ponía sus pies en un escabel.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
Retruécano
nombre masculino
1. Contraposición de dos frases formadas por las mismas palabras con el orden invertido en una de ellas, con el fin de que presenten un significado contradictorio o antitético.
Ejemplo: «El popular “ni son todos los que están, ni están todos los que son” es un claro caso de retruécano»
2. Figura retórica de construcción que consiste en la contraposición de dos frases formadas por las mismas palabras con el orden invertido en una de ellas, con el fin de que presenten un significado contradictorio o antitético.
Ejemplo: «Retruécanos como el siguiente verso del poeta Argensola, ‘¿Cómo creerá que sientes lo que dices / oyendo cuán bien dices lo que sientes?’, eran moneda corriente en la literatura barroca».
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