Cuento cinematográfico: Spielberg o rape (Octavi Franch)

«En mi pueblo, cuando éramos niños, mi madre nos preguntaba a mi hermano y a mí si preferíamos ir al cine o a comer con una frase festiva: ¿Cine o sardina? Nunca escogimos la sardina».

Cine o Sardina, Guillermo Cabrera Infante

Relato corto de Octavi Franch: Spielberg o rape

El bueno de Guillermo Cabrera Infante llegó al Cielo a finales de febrero de 2005. Lo primero que hizo, tras recortarse la perilla en el espejo del recibidor del largo pasillo que desembocaba en el vestíbulo donde esperaban, impacientes, los que acababan de viajar hasta el Más Allá, fue preguntar por el acomodador.

—Disculpe, señor Cabrera Infante, Don Guillermo, pero hoy no hay sesión cinematográfica. Lo lamento muchísimo —le informó su ángel de la guarda, negro (perdón, afroamericano), con una camiseta del Che y una recopilación inédita de cuentos de Alejo Carpentier bajo el ala.

—¿Cómo dices, joven? —preguntó, lleno de curiosidad, Don Guillermo, alarmadísimo ante aquella trágica noticia.

—Que hoy no podrá ver ninguna película, Don Guillermo: hay huelga.

—¡Vaya! ¿Huelga de qué? ¿De quién?

—De acomodadores, de proyectistas y de taquilleras, señor.

—¡¡No jodas, hijo!! Oye, que llevo todo el viaje pensando en lo mismo…

—Lo siento, Don Guillermo, de verdad…

—¿Y qué dice Fidel?

—Pues, para serle franco, ahora mismo está manteniendo una reunión, medio clandestina, hay que decir, con el comité de empresa, señor.

—Bueno, al menos se puede arreglar en breve, ¿no?

—Más o menos, Don Guillermo, más o menos…

—A ver, explícate mejor, que me pones de los nervios, ¡caramba!

Octavi Franch

—Lo intentaré, señor. Mire, la huelga no es por motivos laborales. Todos los trabajadores de la casa destinados al departamento de cine están más que satisfechos con su sueldo y todos, absolutamente todos, pueden cambiarse las plumas cada mes, si lo desean, claro, porque hay cada cerdo que no veas, ¿sabe?

—No me cambies de tema, ¡¡por favor!!

—Perdone, Don Guillermo. El problema es otro: Don Alfredo, como se le conoce aquí, Hitchcock para usted y los que acaban de aterrizar, ha decidido proyectar su último filme, en blanco y negro, mudo y con Charles Chaplin y los Hermanos Marx de protagonistas.

—¿Y?

—Pues que el argumento versa sobre una hipotética invasión de Cuba a los Estados Unidos.

—¿Sí? ¿Así, al por mayor?

—Exacto, Don Guillermo. Usted dirá si no es para que haya alboroto…

—Por supuesto, hijo, por supuesto… Por eso Fidel está tan excitado, ¿verdad?

—Verdad. Pero, sobre todo, está angustiado porque el papel del Che lo interpreta Buster Keaton.

—No…

—Sí… Y el del Comandante

—No me lo digas…

—Me temo que sí, señor: Harpo Marx.

—¡¡Hostia!!

—Amén…

—Alucino con tal embrollo… El patio está muy revuelto, demasiado, para mi gusto.

—Ya lo ve. Así que, se lo vuelvo a decir, sintiéndolo mucho hasta la próxima semana no habrá sesión de tarde.

—Bien, ¡qué le vamos a hacer, muchacho! Tú no tienes la culpa… Aprovecharé para saludar a viejos amigos. Y tengo tantos, créeme: Wilfredo Lam, Amelia Peláez, Hugo Consuegra, Gelaberte, César Mazolo, Julio García Espinosa, Lisandro Otero, Severo Sarduy, Virgilio Piñeira, Cinto Vitier… ¿Dónde están todos? ¿Dónde los puedo encontrar? ¡Tengo tantas ganas de abrazarlos y besarlos!

—Mire, muchos de los que me ha nombrado van para arriba y para abajo, no sé si me explico…

—¿Arriba y abajo? Al purgatorio, ¿quieres decir?

—Purgatorio, unos, Infierno, directamente, otros. Hay diferentes niveles, ¿sabe? Todo depende de la gravedad de la falta, Don Guillermo.

—¿Y quién corta el bacalao aquí? —preguntó, de repente, el célebre escritor.

—Puede figurárselo: el Che cumple el rol de Mesías.

—¿Y, Dios?

—…

—Me lo temía: el Comandante

—Sí, señor, así están las cosas por aquí arriba…

—Me parece que regreso, si todavía no es demasiado tarde.

—Eso sí que es imposible, Don Guillermo.

—¡Jodida la hemos!

—Pero todavía tiene otra opción, si me permite la información.

—¡¡Informa, hijo, informa!!

—Coja este pasillo, recto, la primera a la izquierda y la segunda a la derecha. No tiene pérdida, de verdad.

—¿Y entonces?

—Verá una puerta pintada de azul y rojo, adornada con barras y estrellas. Allí seguro que lo acogerán un poco mejor, Don Guillermo.

—Entonces, ¡probémoslo! Gracias por todo, campeón. —A usted, señor. Por cierto, ¿me puede firmar un autógrafo? En la Academia Celestial siempre nos decían, antes de ir a cenar: ¿Spielberg o rape? Y yo, como usted comprenderá, ¡soy vegetariano!

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Octavi Franch (Barcelona, 1970). Escritor de todos los géneros en todos los formatos, ha publicado unos 75 libros y ganado más de 100 premios literarios. Retirado de las letras por motivos laborales durante 7 años, en 2015 resurgió de la penumbra. Actualmente está acabando de reeditar su obra en catalán, publicándola en castellano y empezando a editarla en inglés. Además, es dramaturgo, guionista audiovisual y articulista. También lleva a cabo, por encargo, cualquier función dentro del sector editorial. Visita su muro de Facebook

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