Reinaldo Bernal Cárdenas retoma la tantas veces vista y tantas veces comentada película Casablanca para opinar sobre un tema que tal vez haya pasado inadvertido: ¿Fue la protagonista principal, Isla Lund, infiel?
LA INFIDELIDAD DE ILSA LUND
Siempre nos quedará París
Rick Blaine
Hace algunos años participé en una sesión (no acierto a precisar ahora si era la primera o la última) de un taller de guion cinematográfico en el que no estaba inscrito, pero cuyo ingreso logré gracias a los buenos oficios de mi amiga Pao, que sí lo estaba.
No es novedad decir que el guion cinematográfico tiene existencia propia, y que puede ser leído como literatura o, mejor dicho, es literatura. Yo quería establecer con más claridad ese paralelismo, por lo que busqué colarme precisamente en esa sesión pues Pao me había comentado que era el tema que se trataría. El caso es que, durante las tres o cuatro horas que duró la sesión, tuve una partición activa, quizá más que la de todos los presentes, lo que quedó evidenciado por el hecho de que gran parte de ella giró en torno a una pregunta que yo formulé luego de que, en algún punto, se hablara del film Casablanca. La pregunta fue: ¿En el contexto de la película, es Ilsa Lund una mujer infiel?
Hay que decir, en todo caso, que sobre Casablanca se han escrito ríos de tinta, por tanto, el tema planteado aquí quizá repose desde hace décadas en un tomo sobre cine contemporáneo olvidado en algún anaquel de biblioteca; vaya uno a saber si ha sido analizado ya con más profundidad de la que aquí pudiéramos darle. O quizá no, visto que casi todo cuanto he leído respecto de esta cinta hace referencia a aspectos de orden más técnico, como la notable dirección de Michael Curtiz (que le valió el Oscar del 43), la profundidad de las caracterizaciones, la contundencia y genialidad del guion –iniciado por los gemelos Epstein y terminado por otras plumas−, la estética visual, la fotografía, los diálogos inteligentes, su valoración histórica, la memorable escena de La Marsellesa, el impacto emocional de la obra en su conjunto, y otro sinfín de elementos que dieron a la película el carácter de obra maestra, de clásico del cine.
Pero volviendo al taller, recuerdo que luego de que se mencionara la película, algún estudiante preguntó un poco desentendido: “¿De qué va Casablanca?”. El tallerista miró a todos los asistentes. “¿Alguien que pueda responder a eso?”, dijo. Levanté la mano, él hizo una seña y me dio la palabra. “Por supuesto. La respuesta es simple, Casablanca trata de todo”, dije. “Trata de la guerra, de la amistad, del engaño, de la virtud y el amor, de la dignidad, de la lealtad, de los valores, de la traición, de los ideales y el patriotismo, de la libertad…en fin. Y sorprende que en poco más de cien minutos se puedan articular tantos elementos que den como resultado una historia redonda”.
Más adelante, y para quienes no la habían visto (me sorprendió que eran muchos, muy jóvenes en su mayoría), se me pidió resumir el argumento. Después de hacerlo, y de ver que había llamado la atención general, solté la pregunta. El debate que se gestó resultó muy interesante.
*
Se habrá deducido, pues, que Casablanca es la película que más veces he visto en mi vida y a la que mayor admiración profeso. De más está decir que es una de esas historias con la que todos los escritores soñamos, pero que sólo podía ocurrírsele a uno (recordemos que está basada en una obra teatral de Murray Burnett y Joan Alison).
Pero más allá de los innumerables análisis que se han hecho sobre este film de Curtiz, siempre que vuelvo a él me surge la misma pregunta: ¿Puede calificarse de infiel la conducta de Ilsa Lund, el personaje protagonista interpretado por Íngrid Bergman?
Hagamos un breve repaso: Un día llega al Rick’s Café −un popular club nocturno ubicado en Casablanca, Marruecos, regentado por Richard Blaine (Humphrey Bogart)− Ilsa Lund junto a un hombre de quien en principio sólo sabemos que es Víctor Laszlo, un líder de la resistencia que ha logrado eludir a los nazis (más adelante se devela que se trata del marido de ella). Por la actitud y las palabras de Sam, el pianista del club, y por la súplica de Ilsa para que Sam toque cierta canción, advertimos entonces que hubo una relación sentimental entre esa mujer y Rick. Los más suspicaces sospechamos que tal vez ella engañó a su esposo con Rick, pero luego hay un giro interesante que nos vuela por completo esa idea: Si bien Ilsa ya estaba casada cuando vivió un romance con Rick en París, se aclara más tarde que ella lo hizo porque se había enterado, tiempo atrás, del asesinato de su esposo en el campo de concentración donde estaba preso. Es decir, cuando conoce a Rick, Ilsa es una joven viuda que tiene toda libertad de fijarse en otro hombre, de enamorarse de nuevo. Hasta ahí, todo en orden. Avanza la película y nos presentan los flashbacks sobre la época en París, aparece la canción As Time Goes By y todo eso. Entonces, por una razón inexplicable, Ilsa no acude a la estación de tren donde estaba previsto que partirían con Rick antes de que los nazis sitiaran la ciudad (la escena de la carta de despedida de Ilsa en las manos de él, borrándose con la lluvia, es sensacional e inefablemente desoladora); no obstante, cuando llega de improviso a Casablanca con su marido, mucho después, se da la explicación al hecho: ella descubrió que Víctor seguía vivo; había logrado escapar pero estaba enfermo. Esto cambia por completo sus planes, y prefiere regresar a su lado desistiendo de partir con Rick. En otras palabras, decidió ser leal a su matrimonio, volver con el hombre que amaba y admiraba antes de Rick.
Estando en Casablanca, y aprovechando una ausencia de su esposo, una noche ella va en busca de Rick para pedirle unas cartas de tránsito que sacarían a Víctor de allí (sabe lo importante que es para la resistencia, por lo que quiere salvarlo, incluso antes que a sí misma). Rick le reclama por haberle roto el corazón, por abandonarlo en la estación, pero Ilsa le explica todo: durante el tiempo que compartieron los dos en París, ella pensaba que su esposo estaba muerto y trató de seguir adelante, por eso se enamoró de él. Se besan apasionadamente y se confiesan que aún se aman, tanto o más que en París.
Así, durante el resto de la película, y en medio de innumerables circunstancias, Ilsa se debate entre la admiración y el respeto que profesa por su esposo Víctor Laszlo, y el amor que siente por Rick Blaine.
Todo lo anterior deja algunas conclusiones y me genera ciertas preguntas. Veamos:
Mientras Ilsa vivía un intenso romance con Rick en París, Víctor en realidad seguía con vida, pero ella no lo sabía. Eso de algún modo la exime de cualquier comportamiento infiel. Sin embargo, cuando descubre que sigue con vida, ella regresa con él y rompe con Rick, pero dejar a Rick no significa olvidarlo. Entonces, ¿el seguir amando a Rick aun cuando está incondicionalmente junto a su marido es infidelidad? Más aún, cuando tienen el encuentro nocturno, a solas, en un recinto privado del club (no sexual) y recuerdan París, y se besan, ¿existe infidelidad por parte de ella, o sólo es llevada por el sentimiento que nació cuando se creía viuda?
Pongámoslo de esta forma:
Al enterarse de que su esposo ha vuelto, Ilsa hace lo que considera correcto, lo que cree que es su obligación como esposa: volver a su lado y tomar distancia de Rick, ¿en este caso valdría hablar de infidelidad? ¿O no, porque ella decidió conscientemente dejar a Rick?
Otra cuestión, es claro que mientras el marido estaba “muerto”, por así decirlo, a Ilsa no podría reprochársele ningún comportamiento que pudiese calificarse como adúltero, pero cuando él aparece vivo, y el matrimonio se “reestablece”, ¿automáticamente ella pasa al terreno de la infidelidad tomando en cuenta que ya estaba enamorada de otro hombre? ¿Es Ilsa Lund infiel por el hecho de que se enamoró de Rick presumiéndose viuda?
Lo cierto es que al final, pese a que ella resuelve quedarse al lado de Víctor, todos sabemos que quien ocupa su corazón es a Rick.
Confieso que mi obcecado y crédulo romanticismo me ha llevado a concluir que a quien verdaderamente Ilsa le pone los cuernos no es a su esposo, sino a Rick. Suena algo descabellado, pero no olvidemos que si Casablanca ostenta el primer lugar en la lista de las películas más románticas de todos los tiempos, es precisamente por la historia de amor de Ilsa y Rick. Víctor da la impresión de ser el antagonista, parece estar en medio sólo para, sin que sea su malhadada intención, arruinar esa historia de amor. Hallo más sentido en eso.
Como sea. Conocemos la historia real de lo que pasó con el nazismo, lo que dejó la segunda guerra, sus repercusiones, y damos por descontado que después de los hechos circunscritos al guion, de todo cuanto sucedió en los cien minutos de la película (en verdad se filmó en tiempos de la segunda guerra), Víctor Laszlo vio realizadas sus aspiraciones de libertad. Imaginamos también que después de la guerra, Ilsa siguió siendo una buena esposa y permaneció de modo incondicional al lado de su marido, pues lo admiraba profundamente. Y acaso, volviendo un poco atrás, si ella hubiese tenido certeza de que él seguía con vida durante el tiempo que estuvo preso, jamás se le hubiera pasado por la cabeza involucrarse sentimentalmente con otro hombre. Esto último es sólo una conjetura, de esas que se nos ocurren a los escritores, o a los eternos enamorados del personaje encarnado por la Bergman.
Lo que sí nos queda como férrea salvaguarda, al finalizar la historia, es la grata sensación de que, pese a ser el “perdedor”, Rick Blaine se quedó para siempre con lo más preciado de Ilsa Lund: su corazón.
He ahí otro aspecto que por años me ha fascinado de esta buena cinta, esa ambivalencia afectiva que todavía no he podido desembrollar. Por una parte, dos hombres que aman a la misma mujer; por otra, la mujer, amando a uno de ellos, pero debiéndose al otro. O puede que todo se explique diciendo que Ilsa amaba indistintamente a los dos, como lo argumentó mi amiga Pao en la sesión del taller apelando a sus conocimientos de psicología: “…estudios han demostrado que se puede llegar a amar a dos personas al mismo tiempo”.
En tal sentido hay que decir que el poliamor es un concepto que parece no armonizar bien con la idea prefijada que tenemos de los romances memorables en la pantalla, por lo que, para los cinéfilos sentimentales, una condición sine qua non para que una cinta ingrese al ranking de las más románticas de todos los tiempos es que la trama gire en torno al amor de un hombre y una mujer, es decir, el amor en su forma tradicional (como botón de muestra: Love Story, 1970; Antes del amanecer, 1995; Pide al tiempo que vuelva; 1980; Titanic, 1997). En fin.
Volviendo a Casablanca, nadie puede afirmar con certeza que Ilsa Lund es infiel a lo largo de la historia, pero tampoco que no lo es. ¿Infiel a Víctor? ¿Infiel a Rick? ¿O quizá a ambos, o a ninguno?
El debate, aquel día, se extendió por un largo rato, y poco tuvo que ver con el propósito real de la sesión, pero dejó como conclusión –lo elucidó el tallerista− que, ateniéndonos a la disparidad de criterios, todo juicio resulta subjetivo dado que cada cual lo emite en concordancia con su propia manera de ver la vida, de entender cuáles conductas, y cuáles no, considera en sus propias relaciones como leales o desleales.
Por mi parte puedo decir que aquella deliberación me convenció aún más del inmenso poder del cine y la literatura para darnos elementos que confrontan nuestras creencias, y que, a menudo, ponen a tambalear la perspectiva de la propia realidad (recordemos la controversia que suscitó Una propuesta indecorosa, película del 93, o el escándalo que causó en su tiempo la novela de D.H. Lawrence El amante de Lady Chatterley, sólo por mencionar dos ejemplos, entre muchos).
Parafraseando la icónica línea de Rick sobre París cuando se despide de Ilsa en el aeródromo, al final de la película, y que sirve de epígrafe a este artículo −y tomando en consideración la avalancha de cine prescindible que se nos ofrece por este tiempo (con algunas excepciones)−, puedo afirmar que, aunque el séptimo arte transite por fútiles senderos, por fortuna…Siempre nos quedará Casablanca.
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